En Nordelta, ese paraíso con más portones que empatía, ha emergido una nueva especie política: los mandriles progresistas de country, también conocidos como “zurditos de pileta”, “revolucionarios de interior calefaccionado” o “chetos con culpa y voto inclusivo”.
Estos nobles habitantes de la selva VIP defienden los valores de la equidad social mientras pagan $300.000 de expensas. En sus reuniones de consorcio, discuten la opresión estructural mientras eligen qué sushi vegano servirse con la mano izquierda.
“Yo voté a Kicillof porque creo en un Estado presente… pero por las dudas contraté vigilancia privada armada”, cuenta Martín, 42 años, antropólogo de Instagram, mientras ordena un hummus con rúcula para el golden retriever rescatado en Recoleta.
🇨🇺 EL PROGRESISMO DE IMPORTACIÓN
Todo progresista de Nordelta tiene al menos uno de estos ítems:
- Un libro de Marx en la biblioteca (sin abrir).
- Un cuadro del Che comprado en el Free Shop.
- Una remera con la cara de Milei… pero en un dardo.
- Un termo Stanley intervenido con sticker de La Cámpora.
Y por supuesto, un “abrazo simbólico” al pueblo… desde el solárium climatizado.
LA CONTRADICCIÓN COMO BANDERA
Militan por la inclusión, pero no te dejan entrar al barrio si no tenés DNI en estado original, constancia de CUIL, certificado de vacunación antirrábica y referencias del Club de Campo.
“Hay que frenar el avance de la ultraderecha”, nos dice Lucía, mientras estaciona su Audi híbrido para firmar una petición en Change.org contra la meritocracia, justo antes de pedir que despidan al mozo porque trajo el latte tibio.
La grieta en Nordelta no se cruza con ideas, se cruza con la lancha del jardinero.
MARCHA EN YOGA Y CATERING VEGANO
La semana pasada organizaron una manifestación contra el “neoliberalismo tóxico de Milei”. La marcha comenzó con una clase de yoga, siguió con un set de DJ progre y terminó con un brunch libre de gluten. Todo muy disruptivo… hasta que una vecina pidió que bajaran la música porque le molestaba al gato con ansiedad climática.
El cartel más visto:
“¡Fuera Milei de mi pileta!”
REMATE FINAL:
Los mandriles progresistas del Nordelta son la prueba viviente de que se puede militar la revolución desde el jacuzzi, pelear por los pobres desde una bioferia, y putear a la casta desde el iPhone 15 Pro.
Votan con el corazón, tuitean con furia y viven con parrilla a gas.
Eso sí: si el calefón no prende, ya están llamando a Papá Estado (y a un plomero premium que facture con QR).